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Pedro Aznar; la resonancia de 35 años de música

PH: vuenosairez.com

Parecen ahora muy lejanos los años 80, en los que las configuraciones sociales, culturales y del pensamiento se hicieron visibles por todo el mundo. Para la música no fue la excepción.

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La revolución musical de los años ochenta y sus alrededores no se puede describir con exactitud. No solamente porque no fue un ente unilateral que guió todos los cambios posteriores; sino porque no podríamos situar un origen específico a toda la gama de posibilidades que se desprendieron en la época.

Es innegable que en América Latina se ha contado históricamente con particularidades propias de su región. Así, en Argentina se han creado diversos sonidos que le han dotado una peculiar especificidad a su música, el más reconocido, por su puesto, es el tango.

Sin embargo, la evolución de la música argentina- y del mundo en general- ha seguido su transcurso, ha ido más allá de las características elementales que identifica una generación y otra. El rock se posicionó gradualmente desde el siglo pasado como uno de los géneros más destacados y experimentados en el mundo, y por supuesto, el de Argentina alcanzó un sonido particular.

Para los años 70 y 80 el rock ya era una parte importante de la historia cultural de Argentina. Además, era receptora de las configuraciones mundiales en torno a la música, que, entre muchas otras cosas, principalmente estaban diversificando la cantidad de recursos y estilos para hacer rock.

Serú Girán, una banda hecha por músicos que habían ya trabajado con otras agrupaciones importantes, fue un exponente importante de esta combinación de paradigmas musicales, generando nuevas propuestas del rock nacional y convirtiéndose en una leyenda.

Si bien el periodo activo del grupo fue poco (1978-1982, con algunas apariciones en los años 90) dejó un legado muy presente. No sólo por su trabajo en conjunto, sino por la calidad de músicos que resaltó y que encaminó como posteriores solistas.

Sin duda uno de los músicos más prolíficos que Serú Girán hizo notar fue el bajista, tecladista y vocal, Pedro Aznar.

Este hombre tenía, como los demás integrantes, historial de trabajo musical previo en bandas como Madre Atómica y Alas. Después del gran impulso de popularidad que le dio Serú, continuó su carrera musical dando bastantes frutos que se entrecruzaron con muchos estilos y sonidos que van desde el tango y el jazz, hasta el rock progresivo e infinidad más. Siguió con bandas como Pat Metheny Group, pero también se fue consolidando gradualmente como un gran exponente solista.

Así, Pedro Aznar fue un prolífico exponente de la gama infinita de posibilidades que comenzaban a brindar los años 70 y 80. Y es desde entonces que podemos contar 15 álbumes de él e innumerables colaboraciones.

Grande fue la noticia para los -siempre involucrados con el país del sur- mexicanos cuando se anunció que Pedro Aznar estaría festejando 35 años de trayectoria en la Ciudad de México.

Después de un poco de espera, el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris le abrió las puertas a Pedro y sus seguidores el 21 de abril de este año para consumar el festejo que rememoraba toda una vida dedicada a la música.

Fue una noche de mucha paz, pero mucha euforia a la vez. Pedro anunció en todo momento lo agradecido que estaba con la compañía de la gente durante esos 35 años.

“He preparado aproximadamente tres temas de cada disco y recorreré todos los años, así que prepárense, será un concierto largo…”, anuncio desde el comienzo Aznar. Así, con un orden cronológico de sus obras, inició esta aventura que encendió el Teatro de la Ciudad.

Contó con un público en donde predominaban los adultos y adultos jóvenes; poco a poco Pedro se fue ganando los gritos que sí, hacían resonancia. Con la ejecución de temas antiguos como No dejes que otros lo hagan por vos (Elegir), la emotiva Amor de juventud; y otros más recientes como Sol en el desierto y La trampa, el argentino dejó ver la gran versatilidad y evolución que ha tenido durante su carrera; sin mencionar su virtuosismo, así como el de los músicos que le acompañaron.

Aznar se despidió después de un intenso solo de piano, pero los asistentes, eufóricos, pidieron más. Él respondió con su regreso, para tocar Ya no hay forma de pedir perdón, Rencor y la emblemática Mientes, con la cual los asistentes dejaron sus butacas para poder bailar y gritar enloquecidos; mientras que en la pantalla del fondo se observaban imágenes de Charly García, con quien comparte esa canción.

Después de una muestra de la habilidad técnica y artística por parte de cada uno de los músicos, se volvieron a despedir. Pero el público exigió muy extasiado un poco más. Esto lo hizo explícito uno de los aficionados que perdió cualquier sentido de miedo y subió al escenario a pedir un autógrafo.

Afortunadamente Pedro Regresó para culminar esa noche llena de magia: sacó una guitarra y pidió silencio absoluto para tocar de manera totalmente acustica, sin microfonos ni amplificadores, el tema original de Serú Girán, A cada hombre a cada mujer.

Sin duda, el sabor de boca que dejó el argentino en su paso por la ciudad fue tan bueno que es suficiente para no sólo rememorar sus 35 años de trayectoria, sino para dejar los cimientos de los nuevos pasos que, aunque son inciertos, le seguirán. Así, sólo esperemos que las nuevas generaciones y públicos tengan la oportunidad de experimentar la resonancia de este legado impredecible.

 

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Nancy Islas
Estudiante de Sociología en la UNAM. Entre otras cosas siempre incesantes, me apasionan la música en vivo y bailar.