La noche del viernes, el Palacio de los Deportes se contagió del ‘Modo Diablo’: Duki llegó y transformó el recinto en un altar de energía, memoria y promesas cumplidas. Desde el primer acorde se notó que no iba a ser un concierto más: fue una ceremonia colectiva donde cada verso pesó como una confesión.
El show recorrió todas sus etapas: desde los primeros golpes de calle hasta los himnos que hoy corean multitudes. Hubo euforia, emoción y un mensaje claro: no te rindas, pelea por lo que sueñas.
La atmósfera explotó cuando Leitmotiv retumbó y las luces en negro y rojo marcaron la guerra contra el olvido. Con ‘Nueva Era’ y ‘Brindis’ el tono pasó de la celebración al relato íntimo; el público, entregado, respondió como si cada tema fuera suyo.
Buscarte Lejos calmó la furia con una paz eléctrica: miles de celulares encendidos formaron un cielo de puntos, y la comunión se volvió literal. Luego Imperio reventó el recinto: ‘¡Buenas noches, México!’ gritó Duki, y la respuesta fue un terremoto de voces.
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El bloque de ‘Ameri’ confirmó por qué el disco marcó época: el tema titular sonó como un lugar simbólico, un abrazo colectivo. El álbum, lanzado el 31 de octubre de 2024, ya había hecho historia en streaming y anoche su poder se tradujo en reacción inmediata. Canciones como ‘Hardaway’, ‘Cine y Vida De Rock’ mostraron la versatilidad del artista: del trap al pop con pasajes que necesitan pocos artificios para convertirse en himnos.
Hubo un momento de calma absoluta cuando Duki habló de esfuerzo y humildad. Contó cómo ‘Goteo’ nació en un cuarto con equipo humilde y lanzó una orden clara: ‘Pelear por sus sueños, siempre’. El relato prendió en la gente porque sonó honesto, sin posturas.
Recordó sus inicios —el Quinto Escalón, el Plaza Condesa— y agradeció a quienes lo acompañaron ‘hace tres años o hace dos meses’. Ese agradecimiento se sintió como abrazo colectivo.
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La noche tuvo su pulso más tierno cuando una playera con el nombre de Antonio Gayosso apareció en el escenario. Afuera, su madre, Citlalli Laurel, sostenía una lona con la frase: ‘Lo nuestro no se acaba ni después de la muerte’. Duki detuvo el show para rendir un gesto sentido: silencio, aplauso y lágrimas compartidas.
Ese instante hizo visible lo que ya se respiraba: este público viene a celebrar vidas, a honrar ausencias y a sostenerse entre sí. La música se volvió puente y consuelo.
El tramo final fue una ráfaga: ‘Malbec’, ‘Antes De Perderte’, ‘Pininfarina’ y ‘No Me Llores’ conectaron con la parte más sensible del público. Después, un repunte de energía con ‘2Tonos’, ‘Golfista’, ‘Harakiri’ y el cierre con ‘Hello Cotto’ que dejó al Palacio en llamas. Duki dedicó ‘Ticket’ a su padre y cerró con la frase que ya es lema de la noche:
Al apagar las luces quedó la certeza de que no fue solo un concierto: fue una orden para seguir soñando colectivamente.
Ph: Irving Cortés
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