La alfombra verde del Estadio Alfredo Harp Helú, esa tierra sagrada del béisbol, nunca había vibrado de esta manera. No con el crack de un bate, sino con el ‘bumbass’ incesante de una percusión indomable.
La noche del 7 de noviembre, Los Auténticos Decadentes no dieron un concierto; dieron una investidura, ya que inauguraron este recinto que se encuentra listo para recibir a los grandes shows masivos, celebrando los 30 años de Mi Vida Loca, ese disco que define la banda sonora de la locura latinoamericana.
La proeza de calentar a más de 25,000 personas en un recinto virgen para el rock recayó en los paraguayos Kchiporros. Y lo lograron con creces. Mientras el sol se ponía sobre la estructura futurista del estadio, la banda sudamericana desató una oleada de cumbia-ska-fusión que sirvió como un ritual de purificación para el campo.
El público, aún llegando, se encontró de golpe con un escenario ya ardiente. La banda, con su propuesta desenfadada, no solo preparó el terreno, sino que estableció la tesis de la noche: la identidad latina es un collage, un baile sin límites de género. Dejaron el ambiente con la humedad justa, expectante, como un barril de pólvora a punto de explotar.
Échale Ojo
A diferencia de otras bandas con una carrera tan extensa que se refugian en la nostalgia, Los Auténticos Decadentes son un fenómeno de la vigencia. El show en el Harp Helú no fue un recuerdo; fue un upgrade de un clásico.
La banda, un colectivo de más de diez músicos que opera como un solo organismo (un ‘Decadente Cronopio’ de la música), se lanzó a desgranar ‘Mi Vida Loca’ completo. El acto es en sí mismo una declaración de principios: exhibir la columna vertebral de su obra. Pero la magia reside en cómo, tras treinta años, temas como ‘Las Miradas’ o ‘El Pájaro Vio El Cielo y Se Voló’ conservan su mordacidad y su dulzura intactas.
Échale Ojo
Cucho Parisi, el maestro de ceremonias, es un director de orquesta circense que te mira a los ojos, te invita a la fiesta, y a la vez te hace sentir que eres el único en la multitud que entiende la broma. Jorge Serrano, por su parte, aporta la profundidad compositiva, esa melancolía disfrazada de cumbia que es el sello de la banda.
El punto culminante de esta simbiosis llegó cuando los Kchiporros regresaron al escenario para colaborar en la hiper-festiva ‘El Murguero’, un encuentro paraguayo-argentino que elevó la masa de gente a un éxtasis sudamericano que no se veía desde hace mucho.
La Conclusión: La Locura como Método
En la recta final, cuando el encore desató himnos como ‘Loco (Tu Forma De Ser)’ y ‘Los Piratas’, la noche se sintió menos como un concierto de rock y más como una gran celebración de quince años latinoamericana, donde todas las edades y clases sociales se funden en el baile. Los Decadentes nos enseñaron, una vez más, que la verdadera rebeldía está en la celebración, no en la solemnidad.
Al tomar el estadio de béisbol, no solo lo llenaron de música, lo llenaron de identidad. Y en una noche épica de noviembre, nos recordaron que, mientras la banda siga, nuestra vida, por más loca que sea, siempre tendrá una banda sonora.
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