
Imagínense – queridos lectores – dentro en un living de restaurante, la clase que sea, alumbrado por luz tenue, casi imperceptible por el ojo humano, al fondo un “joven” de nombre Fito Paez, que se postra en el banquillo de un piano para acompañar la velada.
«Hola… Hola a todos allí. México querido México, qué gusto estar acá»
Un vaso de bebidas adulteradas acompaña la noche, cerveza, vino, whisky; el argentino, como se sabe, es de gustos diversos.
De fondo, empuñada por el chico de Rosario, suena una melodía que arropó toda ésta grisácea noche.
«Esta tarde vi llover… Y no estabas tú… » susurraba al micrófono el artista detrás del compañero de cuatro patas.
«Éste es un homenaje, querido Armando. Porque él realmente nunca se fue, porque… porque todo es una rueda…»
Mientras el rosarino dedicaba la canción a la memoria del compositor mexicano, Armando Manzanero, el sonido de una nueva botella abierta acompañaba mi zona de escucha.
Aquel artista que engalana el ‘venue’, rompió el hielo al platicar de una forma literal con su “audiencia”; este ‘concierto’ se habría transformado en una charla en el estudio, donde Fito Paez, compartía su sentir con lo que acontece.
«Esta canción, la escribí muchos antes de la pandemia… Pero pareciera que la escribí durante la pandemia… “Todas las bestias sufrimos sin parar // Lloramos nuestras penas en silencio”»
Ese “chico” de El Rosario, Argentina, contactaba con su público, de forma atemporal y a través de su música; a pesar de que el álbum del que desprende esta canción (La Canción de las Bestias), sea de 2020; escrita… Sólo Rodolfo sabe…
En los venues del show se aceptaban todas las normas; en este caso un cigarrillo acompañaba la velada, mientras la banda sonora del lugar se pintaba carmesí.
«EN ESTA PUTA CIUDAD, no hay que seguir ni parar. MATAN A POBRES CORAZONES…. Matan a pobres corazones…»
En efecto, la “sala del living” oscureció musicalmente, pues el mismo cantante cantante compartió previamente que hubiese deseado no escribir ‘Ciudad de Pobres Corazones’ y es que ¿quién querría presenciar la injusticia encarnada, la mentira, la traición . . . maldito sea «tu inmenso reino y tu ansiado dolor»
Ventajosamente, el encuentro musical careció de momentos grises; quizá para algunos aquél tema fue el único de esta clase en la velada, pues el Fito Paez optó por colorearlo.
«Cambiemos la cumbre con alegría…»
La selección de temas – en caso de no haber notificado – hubiese pintado tecnicolor “la sala” por sí solas; ‘Dar es Dar’, ‘Mariposa Tecknicolor’ y una más que auguraba que:
«afuera se irán las penas y el dolor // Y ya verás las sombras que aquí estuvieron, no estarán // Y ya verás, bebamos y emborrachemos la ciudad… Y dale alegría alegría a mi corazón…»
«¡UN GRAN ABRAZO MÉXICO QUERIDO! Sos mi vida», declaró Paez al terminar la canción; pero este momento tan íntimo no podría acabar tan pronto, al menos así lo dejaron claro “los demás asistentes”.
Un minuto bastó para que Fito Pez regresara al banquillo; a pesar de que estuviera detrás de una pantalla y que el show en sí, probablemente, se hubiese grabado días antes de aquél viernes, a Rodolfo se le vía feliz, feliz “de regresar” con su público mexicano.
«Ya pasarán estos tiempos oscuros y vendrán mejores. Mientras tanto, ayudemos a quien lo necesita», compartió mientras con su piano se escuchaban las notas de ‘Yo Vengo a Ofrecer mi Corazón’ y ‘El Amor Después del Amor’.
Con este concierto streaming de OCESA Conecta, Fito Paez demostró que sin importar la distancia del lugar, la música te transporta a otros horizontes. La distancia pasó a segundo plano; se creó una zona íntima con todos y cada uno de los escuchas.